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Votar o no votar… ¿cuál es el dilema?

La frustración y apatía de los votantes favorecerán al chavismo en las elecciones regionales. Foto: Oficinas del Consejo Nacional Electoral (Víctor Bujosa Michelli/Wikimedia Commons)

Con lo desacreditado que está el gobierno de Nicolás Maduro, las elecciones regionales del 15 de octubre deberían ser un triunfo seguro para la oposición. Sin embargo, esta se enfrenta a la apatía de los votantes. Después de meses de protestas contra la elección de la Constituyente y de constantes acusaciones contra el Consejo Nacional Electoral, el pueblo se siente decepcionado, frustrado y hasta traicionado por la decisión de la oposición de participar en los comicios regionales. Esto ha llevado a que muchos venezolanos rechacen el llamado a votar de los dirigentes de la MUD. “¿Cómo puede la MUD participar en unas elecciones organizadas por el mismo CNE que acusa de fraude? ¿Para qué ir a votar en unas elecciones que no van a ser limpias?” se preguntan los votantes. Piensan también que participar en las regionales es caer en el jueguito del gobierno, ser marionetas de Maduro.

Estas dudas tienen fundamento, tanto que rayan en la certeza. El oficialismo convoca a unas elecciones de las que seguramente saldrá golpeado y maltrecho para mantener una apariencia de orden democrático ante la comunidad internacionales. Ante la certidumbre de perder un número significativo de gobernaciones, el oficialismo hace lo posible por asegurar su triunfo (inhabilita a candidatos opositores, amenaza con anular votos). La posibilidad de que el gobierno termine  robándose las elecciones es prácticamente un hecho. Por lo tanto, es lógico pensar que el participar en los comicios (como candidato o votante) es caer en la trampa del gobierno, que solo sirve para mantener la fachada democrática que quiere Maduro. Entonces, ¿de qué sirve ir a votar?

Imaginemos que los venezolanos decidan ir a votar el 15 de octubre como lo hicieron en las elecciones parlamentarias del 2015. Como es de esperarse, el gobierno reprime e intimida a los votantes, anula los votos de la oposición y presenta resultados fraudulentos en favor de sus candidatos. Los venezolanos podrán salir a la calle a protestar con meñiques teñidos y papeletas en la mano como pruebas de que hubo fraude, como pruebas de que el pueblo votó por la oposición y no el oficialismo, como prueba de que no se le hizo caso a la voluntad del pueblo.

Si los venezolanos deciden no votar, no podrán reclamar que el gobierno desacata la voluntad del pueblo. Si no votan, no podrán decir que la oposición ganó ni una sola gobernación. Si no votan, no podrán decir que el oficialismo se robó las elecciones. “¿Dónde están los votos por los candidatos de la oposición?” preguntará Maduro y la cúpula con una sonrisa en los labios. Si no ejercen su derecho al voto, los venezolanos no tendrán derecho a salir a la calle a protestar resultados fraudulentos. Sería repetir el error que se cometió en el 2005 cuando la oposición decidió no participar en las elecciones parlamentarias. Este error resultó una Asamblea Nacional dominada por los oficialistas. Lo único que los partidarios de la oposición pudieron hacer fue ponerse las manos en la cabizbaja testa y preguntar: “¿qué hiciste papaíto?”. Nadie pudo decir que los chavistas se robaron las elecciones.

Los venezolanos tienen que salir a votar. Tienen que llevar toda su frustración, apatía y rechazo a las urnas para convertirlas en números tan poderosos como los del plebiscito del 16 julio, como el de las elecciones parlamentarias del 2015. El gobierno hará lo posible por callar su voz por medio de intimidación, represión, fraude o de cualquier otra manera que se la ocurra. Pero si no expresan su opinión, no podrán decir que los intentaron callar. El oficialismo les ha dado a los venezolanos la oportunidad de registrar oficialmente su desagrado. Así que, jueguen el jueguito del gobierno, porque no pueden decir que el otro equipo les hizo trampa si no participaron en el juego. No se den por vencidos. No votar es abandonar la lucha. No votar es rendirse.

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